Bertillon y el Nacimiento de la Criminalística
Alphonse Bertillon había nacido en París en 1853, y era el segundo hijo de una familia de distinguidos antropólogos (Su padre Louis-Adolphe Bertillon (médico, antropólogo y estadístico al igual que el hermano de Alphonse, Jacques Bertillon, que también fue médico y estadístico)
Muy problemático en su infancia y adolescencia, durante las cuales fue expulsado hasta tres veces de los colegios, llegó a los 20 años con una sólida cultura porque sus propios padres y abuelo se encargaron personalmente de educarlo. Atendiendo a los sistemas de diagnóstico actuales en materia de comportamiento, hubiéramos podido describirle en esa época como un chico antisocial.
Pero estás son las paradojas con que, de vez en cuando, nos regala la historia; quien fuera casi un delincuente juvenil será el encargado de crear el primer sistema para identificar delincuentes reincidentes del mundo.
En esa conversión intervino - para la satisfacción de los románticos- el amor de una mujer. Después de unos años en Francia e Inglaterra, con trabajos de poco relieve, en 1879 se enamora de una noble sueca y decide que tiene que triunfar para poder aspirar a su amor. Así que le pide a su padre que le consiga un trabajo donde pueda prosperar.
Es así como Bertillon entra, en las salas de ambiente carcelario de la oficina de identificación de la Prefectura de Policía de París. Allí se encontró con el caos. Miles de papeles mal clasificados y de fotos heterogéneas aspiraban a poder identificar a los delincuentes reincidentes, ya que éstos recibían una condena superior si tenían antecedentes penales.
Cómo diablos alguien podía encontrar el nombre de un delincuente, en particular si daba un nombre falso? Bertillon vio con horror que la búsqueda de un nombre, como por ejemplo Martin Pierres, podía dar como resultado ¡300 fichas¡
A los cuatro meses, concibió el sistema que le daría fama mundial: sirviéndose de la antropometría que había aprendido de su padre y abuelo, empezó a tomar medidas de los prisioneros, y comprobó que podía diferenciarlos con once medidas distintas como las siguientes: longitud y anchura de la cabeza, talla, altura del busto, longitud de la oreja derecha y del dedo medio derecho.
En un informe que envió al prefecto de la policía el 1 de octubre de 1879, explicaba que su sistema se basaba en los estudios del famoso científico social Adolphe Quételet (1796-1874) sobre el físico humano, quien llegaba a la conclusión de que no había dos hombres con medidas exactamente iguales (Quételet es el autor de la célebre reflexión "la naturaleza nunca se repite"). Apoyándose en este principio, Bertillon aseguraba que podría identificar a cualquier delincuente reincidente, sin que importara el medio que empleara para modificar su apariencia física. Escribió entusiasmado, que la probabilidad de que dos hombres tuvieran las mismas once medidas físicas era de una entre 4.191.304. Por ello aseveró que su sistema era infalible.
Pero el prefecto de policía no quería escuchar nada de esos nuevos métodos, que le sonaban a charlatanería (no hacía mucho había oído cosas relativas a supuestas huellas que podrían también determinar quién había cometido un delito).
Así que Bertillon tuvo que esperar a la llegada de un nuevo responsable, mucho más receptivo, llamado Jean Camecasse, quien le dio dos ayudantes y tres meses para que probara su sistema. El ultimátum era complicado: a contar desde mediados de noviembre de 1882, en solo 90 días tenía que capturar al culpable de un delito y demostrar que ya había pasado antes por los tribunales.
Pero lejos de amilanarse, Bertillon se entrega enfebrecido a tomar las medidas corporales de cada nuevo detenido. A comienzos de enero de 1883 ya tenía archivadas 500 mediciones de presos.
El 20 de febrero - escribe Beavan- mientras tomaba las medidas del sexto Dupont del día, tuvo una inspiración. Este Dupont parecía familiar.
Consultó sus medidas en las fichas, y las encontró. Su nombre real era Martin, y le habían arrestado dos meses antes, el 15 de diciembre, por robar unas botellas de leche. Cuando Bertillon le interrogó, confesó quién era en realidad.
Fue un triunfo. Había nacido la criminalística científica. En febrero de 1888, unos pocos meses antes de que irrumpiera la furia del Destripador en la vecina Inglaterra, Bertillon fue nombrado director de la Oficina de Identificación Judicial. Su fama fue inmensa, y su método se extendió por Europa y las dos Américas. Pronto sería superado por la dactiloscopía, pero la antroprometría fue el primer sistema científico que penetró en la policía. Había nacido la ciencia forense.
Extracto del libro La Mente Criminal de Vicente Garrido
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